sábado, 18 de octubre de 2008

¿LOS NIÑOS NECESITAN MAS LIMITES O MAS COMUNICACIÓN?

¿LOS NIÑOS NECESITAN MAS LIMITES O MAS COMUNICACIÓN?
La exasperación que nos producen los niños “que no tienen limites” nos obliga a detenernos y a observarnos. Descubriremos que somos los adultos los que estamos limitados en nuestra capacidad de introspección y de comunicación con nosotros mismos y con los demás.
¿Qué me pasa, qué necesito, adónde voy, qué es importante para mi? Estas y otras preguntas primordiales dan sentido a nuestra vida cotidiana. Si supiéramos transmitirlas, los niños estarían en condiciones de comprendernos y podríamos llegar a acuerdos satisfactorios para todos. Cuando los adultos no logramos reconocer con sencillez y sentido lógico na necesidad personal, tampoco podemos comprender la necesidad especifica del otro, y menos aun si está formulada en el plano equivocado. Sin darnos cuenta, pedimos lo que creemos que será escuchado y no lo que realmente necesitamos. A este fenómeno tan frecuente y utilizado por todos nosotros, lo denomino: “ el pedido desplazado”.
Por ejemplo: Una mujer necesita que el marido la abrace y le diga cuanto la ama, sin embargo, en lugar de explicar su necesidad afectiva le pide que se ocupe de cambiar al bebe. Cuando un deseo es expresado a través de otro deseo, aparece el malentendido . Inconscientemente solicita algo diferente de lo que necesita, y por lo tanto no obtiene lo deseado, entonces se siente incomprendida, desvalorizada y enojada. En el plano emocional, cuando no sabemos lo que nos pasa o no lo podemos explicar, obviamente nada ni nadie nos puede satisfacer.
En relación con los niños, esta situación es tan corriente que la vida cotidiana se convierte en un “campo de batalla!. Levantarse para ir a la escuela, comer, bañarse, ir de compras, hacer la tarea, llegar o irse de algún lugar, ir a un restaurante en familia, todo parece ser “una lucha” no se sabe muy contra quien. Y hemos encontrado un rotulo muy de moda, aplicable a casi cualquier situación: “ a este chico le faltan limites”.
Por ejemplo, un niño pasa por el quiosco y pide un caramelo. La madre se lo compra pero luego pide otro… O bien NO se lo compra y el llanto se vuelve intolerable….tanto en la primera situación como en la segunda el niño se quedo sin mama, ya que no se trata del caramelo (comprar muchos caramelos no resuelve la insatisfacción) sino de un pedido desplazado. Si somos capaces de replantear qué sucedió cinco minutos antes del “conflicto”, constataremos que con frecuencia no estábamos conectados, no lo podíamos atender, el niño ya había intentado algunos reclamos menores sin conseguir interrumpir nuestra actividad. En vez de decir: “ Mami, quiero jugar con vos”; simplemente pide algo que cree será satisfecho con rapidez: “Quiero un caramelo”. El pedido molesto tendrá mas probabilidades de ser escuchado, independientemente de que lo obtenga o no, lo cual no tiene ninguna importancia ( de hecho, al obtener uno, reclama otro y otro mas).
¿Cuál es la opción frente a los pedidos compulsivos de los niños?
-Mami, quiero un caramelo.
-Que buena idea, podemos ir juntos a comprarlo y de paso jugamos al 2veo-vwo” en la calle.
-Juguemos al “veo-veo” con los colores de las golosinas!
Y respuestas semejantes.
En este ejemplo el niño esta en franca comunicación con su mama y no tiene ninguna importancia obtener o no el caramelo, ya que su pedido fue comprendido y respondido enb su esencia .
Veamos otro caso:
-Julieta anda a bañarte.
-Despues….
-Julieta, si no te bañas ahota no miras la tv.
-No tengo ganas…
-¿Y vos te crees que yo tengo ganas de hacer la cena?
Etc…
Resulta que Julieta nunca se entero de porque es importante para su mama que se bañe, ni sabe que su mama se siente sola y cansada. Nunca conversaron sobre lo que les pasa ni llegaron a ningún acuerdo sobre las necesidades de una y otra. Por otra parte, la mama esta limpiando y ordenando a toda velocidad después de un dia de trabajo fuera del hogar, y bañarse es un tramite mas sin sentido.
-Julieta ¿te acompaño a bañarte?
-No tengo ganas…
-Aprovechemos este ratito que después tengo que preparar la cena.¿queres que organicemos para el fin de semana?
-Quiero invitar a Manuela.
-Hoy mismo arreglo con su mama, puede quedarse a dormir en sábado.
-Bueno, que hay de comer?
Etc…( Julieta ya esta bañada)
Son solo unos minutos de atención e interés. Luego la mama resolverá mucho mas eficazmente la preparación de la cena.
Solemos determinar que un chico no tiene limites cuando “pide” de manera desmedida o cuando su movimiento constante nos distrae y nos reclama atención. Sin embargo, antes de juzgarlos y rotularlos en su comportamiento, tratemos de ponernos en su lugar, de imaginarnos en su cuerpo y en su confusión, en la imposibilidad de comunicar lo que genuinamente necesita. El niño utiliza el mismo sistema confuso de pedir “lo que puede ser escuchado” y no lo que en vedad desea. Lo que molesta siempre es prioritario en la atención de los demás.
El tema de los limites – como se lo entiende vulgarmente- es un problema falso, ya que no se refiere a la autoridad o la firmeza con que decimos no. Al contrario, tiene que ver con acordar entre el deseo de uno y el deseo del otro, con sentido lógico para ambos. Y para ello se necesita capacidad de escucha , una cierta dosis de generosidad, reconocimiento delas propias necesidades, y luego la comunicación que legitima y establece lo que estamos en condiciones de respetar sobre el acuerdo pactado.
Los malestares y enojos que se generan entre adultos o entre adultos y niños son tantos y tan variados que no vale la pena enumerarlos. Pero si sugiero que en las pequeñas situaciones de la vida cotidiana, pongamos las manos en el corazón y pensemos si hemos pedido lo que de verdad necesitamos – sin retacear explicaciones- y si hemos escuchado lo que de verdad los niños intentaron decirnos.
Los orientales disponen de una palabra útil para los momentos en que perdemos el equilibrio y la comprensión: la palabra Tao , que significa “como funcionan las cosas” o “ la comprensión de cómo funcionan las cosas”. Detengamos algunos instantes nuestra mente y sin juzgar, opinar ni catalogar como bueno o malo, observemos qué esta sucediendo, qué hemos generado, de qué manera participamos en el desencuentro. Veremos que las “luchas” cotidianas se suavizan y que aparece el verdadero sentido personal que tiene para cada uno de nosotros la vida compartida con los niños. Hagamos que las pequeñeces de la vida diaria se conviertan en el ejercicio invisible del amor.
HACIA LA ESCUCHA DEL PEDIDO ORIGINAL – ACUERDOS Y DESACUERDOS
Para lograr una relación armoniosa con los niños dependemos de nuestra capacidad de comunicar. El falso tema de los limites esta íntimamente relacionado con el ejercicio de la verdad . Como hemos visto en el capitulo anterior, la verdad se refiere a lo que pasa, pero por sobre todo a lo que me pasa . Y saber lo que me pasa no es tarea sencilla. Casi todos los emprendimientos terapéuticos van en busca de las mismas preguntas personales ¿Quién soy?¿Qué puedo hacer con mis recuerdos y vivencias primarias? ¿Qué necesito comprender de mi mismo? ¿Cuál es mi misión en el mundo? Tal ves nuestra vida transcurra sin mayores sobresaltos y sin cuestionamientos hasta el momento en que los hijos actúan las verdades personales no develadas.
Hasta los dos años de edad criamos niños. Despues de la separación emocional nos preocupa lo que nos encanta denominar “educación”. Nos preguntamos como hacer para que nuestros niños se comporten bien, sean amables y educados y puedan vivir según las reglas de nuestra sociedad. Sin embargo, estos “resultados” no dependen tanto de nuestros consejos, sino de lo que comunicamos genuinamente. Para aquello se requiere un trabajo de introspección permanente. No puedo contar que me pasa si no se que me pasa de verdad. Luego es necesario saber lo que le pasa al otro. Y solo después será posible llegar a acuerdos basados en el conocimiento y la aceptación de lo que nos pasa a ambos . Si queremos niños dóciles, tendremos que entrenarnos en la dulzura con nosotros mismos.
En la convivencia entre adultos suponemos que los acuerdos básicos son esenciales para estar juntos. Siempre me llamo la atención que no consideremos igualmente necesarios los acuerdos con los niños. Por ejemplo. Mi hija me pide que le cuente un cuento antes de ir a dormir, yo le respondo que tiene que lavarse los dientes. Se enoja. Discutimos. Ni se lava los dientes ni le cuento el cuento. A la noche se hace pis. Estamos todos confundidos y amargados. En cambio, la opción contraria es tomar en cuenta el pedido original , formulado bajo la forma desplazada de contar el cuento. Me doy cuenta de que trabaje todo el dia, que mi hija me extraña, que quiere un momento de intercambio a solas, que ya no sabe como pedirlo. Para responder no tenemos que olvidarnos la palabra mágica “¡¡Ahh!!”: “¡¡Ahh!! ¿queres que te cuente el cuento?” ¿Qué te parece si nos lavamos los dientes? O bien : “yo también tengo ganas de estar un ratito tranquila con vos”, e incluso podríamos dejar el lavado de dientes para otro momento. Porque lo que se aprende rodeado de malestar no sirve para la incorporación futura , que es lo que los padres esperamos de los habitos de higiene y amabilidad. En fin, si los niños piden cuento, ¡tomemos en cuenta lo que piden! Acordemos algo intermedio entre lo que ellos necesitan y lo que nosotros como adultos estamos en condiciones de ofrecer. Mediar significa acercar posiciones, no es manipularlos para que se adapten a nuestras necesidades.
Por otra parte , ir en busca del pedido original, requiere un conocimiento genuino sobre las necesidades básicas de los mas pequeños. Los adultos consideramos siempre que “ya son demasiado grandes para….” Invariablemente deberían lograr algo que aun les resulta inalcanzable como habilidad: jugar solos, no chuparse el dedo, quedarse en los cumpleaños sin nuestra presencia, dejar la mamadera, no interrumpir cuando los grandes conversan, etc.
En general, la presencia comprometida de los padres es escasa; cuando los niños “no tienen limites , piden desmedidamente o no se conforman con nada”. No es solo presencia física, es presencia y compromiso emocional.
No importa la realidad objetiva ni las dificultades especificas por las que atravesamos. Los niños son capaces de comprender y acompañar todas las situaciones si saben de que se trata. Cuando chillan, patalean, o no hacen caso, sencillamente ni ellos saben lo que nos pasa a los adultos, ni nosotros sabemos lo que les pasa a ellos como niños. Por eso no hay acuerdos posibles, y el intercambio resulta agobiante. Cuanto mas insatisfechos estén los niños, mas los adultos los echamos de casa porque nos desgastan. Los enviamos a larguísimas jornadas en las escuelas, fines de semana en casa de los abuelos…ahondando la desconexión y el abismo que nos separan.
El tema de los limites es un problema falso. Cuando hablamos de limites hay que considerar nuestros modelos de comunicación, la franqueza con que nos dirigimos a nuestros hijos, la búsqueda de nuestra verdad y el ejercicio de hablar con la verdad personal, cada dia, a cada instante, con cada uno de los niños.